Los chilangos, como nos llamamos los provenientes de la capital del país, o como nos dicen en la península: los huachos -o huaches-, solemos ocupar las palabras creyendo que tienen un sólo sentido: el que les atribuimos. No obstante desde acá descubrimos nuevos significados que terminamos añadiendo a nuestro repertorio.
En el D.F., cuando hacemos alusión a que algo está mal elaborado, o bien cuya calidad es dudosa o presenta ciertas condiciones mínimas, decimos que es
chafa,
hechizo, vaya de una menor valía.
Empero en la península, adquiere un sentido complementario: cuando se habla de que hay un engaño, una chapucería o trampa se dice que hay "una chafa".
Así, cuando un mago por descuido revela su truco, decimos "ahí está la chafa". También se dice que cuando algún alumno en un papel de pequeñas dimensiones hace la guía de apuntes que le servirá para el examen está haciendo su "chafa", aunque en el D.F. le llamamos acordeón. En contraste con el D.F. , la chafa y no lo chafa habla de un engaño mientras lo segundo de algo de ínfima calidad.
"Es sólo la chafa"se dice para designar lo que es aparente y engaña a los sentidos. O "¿Cuál es la chafa?" preguntan ambos socios cuando un negocio es muy bueno como para ser cierto.
¿Vas a improvisar tu discurso? le pregunto a un colega
"No, claro que no, traigo conmigo la chafa", me contesta.
Espero que estos ejemplos sean lo suficientemente representativos y que no resulten tan chafas. Aquí sólo escribo lo que pasa: no hay chafa.