miércoles, marzo 16, 2005

Hermosa

Bajaba de las escaleras con ese vestido tan sensual. Por un momento el aire se hizo más ligero, luego, corrió como un suspiro trayendo consigo el aroma mismo de su hipnótica belleza. Cada peldaño que descendía me aumentaba la presión arterial. Casi podía sentir el tamborileo de mi palpitar en los oídos. La luz caía sobre su rostro angelical. No podía ser mejor.
-¿Cómo me veo? todavía se atrevió a preguntar con un dejo de altivez y coquetería
Por instinto, aún con la boca entreabierta y regulando la respiración contesté apresuradamente:
-Hermosa
Me salió del alma, descansé en la frase porque creí que era la palabra que la describía con justicia.
-¡¿Hermosa, dijiste!? ¿Hermosa? El aire se cortó. Su rostro se transformó en el de medusa y yo estaba por convertirme en sal y desmoronarme allí mismo, frente a sus ojos. Su mirada fulminante amenazaba con acabar conmigo.
- ¡Hermosa estará la llanta de tu coche! -replicó-. Llevo semanas con la dieta para ponerme este vestido y me dices ahora mismo que hermoseé. ¿Qué te pasa? ¡Tienes el tacto de un elefante para decir las cosas!
No entendí lo que sucedía. Al parecer la había ofendido gravemente. Así fue. En la península hermosa equivale a regordeta, robustita, sobradita, rebozada, vaya, rubensiana. La gente no engorda, simplemente: hermosea; y de las mujeres bellas simplemente se puede decir que la que es linda, es linda.

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